Akenatón (Amenhotep o Amenofis IV) es considerado como el primer rey hereje en la historia, es decir, el primer gobernante que se atreve a desafiar a los dioses imperantes y desarticular el enorme poder del clero mediante serias transformaciones religiosas. Unos cambios radicales que desbarataron para siempre el orden establecido en el Egipto de los faraones.
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Akenatón |
Akenatón, fue el décimo faraón de la dinastía XVIII en el periodo conocido como Imperio Nuevo de Egipto, y parece ser que la herejía ya tuvo su origen bajo el reinado de su padre y consistió principalmente en la sustitución de los dioses tradicionales egipcios por el culto al disco solar. Es decir, Akenatón pretendía cambiar la fuerte tradición religiosa politeísta egipcia, cuyo poder lo ostentaban los ambiciosos sacerdotes de Amón, en un culto monoteísta a el dios Atón. Esta idea se convirió en una verdadera obsesión que llevó hasta sus últimas consecuencias, pudiendo estar en ella la clave de su desconcertante final.
Una idea fija que le llevó a considerar necesario cambiar su nombre. El faraón hereje asciende al trono entre los 14 y los 16 años con el mismo nombre de nacimiento que el de su padre: Imn htp, transcrito Amen-Hotep, que en el antiguo idioma egipcio significa “Amón está satisfecho” o “hágase la voluntad de Amón” pero tras cuatro o cinco años de reinado, cambió el nombre de Amenhotep por el de Akenatón, “útil a Atón” o “agradable a Atón.
El nuevo culto solar a Atón podría haber constituido una estrategia por la que la monarquía se desligaba finalmente del fuerte poder de los sacerdotes de Amón. Una solución que ya anteriormente pero de manera muy tímida habían intentado Tutmosis IV y su sucesor Amenofis III, padre de Akenatón. Sería finalmente este último quien de manera radical llevó adelante este profundo cambió religioso, aunque pero no sin ciertos efectos contraproducentes. Dichos cambios se desarrollarían a lo largo de varios reinados después del suyo y se detendrían con el fin de la dinastía.
El cambio de orden religioso propició, en aquel momento, fuertes convulsiones en la sociedad egipcia al ser eliminado de cuajo el culto de la gente a todos sus antiguos dioses, destruyendo así sus nombres. Fue especialmente dramático el culto a Osiris, al que el pueblo estaba muy unido por sus creencias en el más allá.
Asi que Akenatón se grangeó no pocos enemigos entre el pueblo y en algunos sectores de la nobleza y el clero tebanos. A la vez, todos estos cambios de culto, de forma de vida, hicieron que el faraón descuidara sus obligaciones en política exterior, con lo que Egipto fue perdiendo fuerza e influencia en otros pueblos, volviéndose paulatinamente desfavorable la situación internacional para Egipto.
Las investigaciones llevadas a cabo han venido a arrojar una nueva versión sobre el conocimiento que se tenía hasta ahora del faraón, nos muestran a un faraón “joven y arrogante” que se lanza a una verdadera revolución. Concentra todo el poder, político y religioso, en sus manos y hace construir nuevos templos, a cielo abierto para recibir los santos rayos del sol y una nueva capital, Aketatón (El Horizonte del Atón), proyectada, como una irradiación de la tumba que el propio Akenatón se hizo construir a las afueras. Luego abandona Tebas, la capital tradicional de la dinastía, para instalarse en Aketatón con toda una nueva clase gobernante.
Akenatón establece, más que un monoteísmo, una nueva tríada divina: Atón, él mismo y su reina, Nefertiti. Sólo el faraón y su consorte poseen las claves del nuevo culto. El pueblo ha de adorarlos a ellos y sólo a través de ellos llega a Atón.
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Akenatón, su esposa Nefertiti y sus hijas, bajo la representación de Atón |
Akenatón y Nefertiti tuvieron seis hijas, pero ningún hijo varón.
La pareja real se muestra en doradas procesiones que sustituyen a las de los grandes dioses del panteón tradicional egipcio. Unos dioses que pasan a estar prohibidos y cuyas representaciones, hasta la más ínfima, se persiguen con furor iconoclasta. Hay evidencias arqueológicas de que el pueblo, que nunca, al parecer, siguió masivamente la nueva ortodoxia, esconde incluso estatuillas minúsculas; el miedo es tangible en testimonios como ésos, como lo es en el furor con que, al pasar el tiempo, se destruyen los testimonios de Akenatón y su culto. Para entender lo que la proscripción de las divinidades significó para lo egipcios, hay que recordar que los dioses eran seres omnipresentes en la vida cotidiana en el país del Nilo: no estaban sólo en la base de la espiritualidad, sino que impregnaban cualquier elemento de la existencia práctica, incluidas la medicina y la ciencia.
De los años finales de Akenatón no se sabe nada.
La momia que se cree que es la de Akenatón, hallada en la tumba KV55 del Valle de los Reyes, adonde se debió de trasladar desde la tumba que se hizo construir en su nueva capital, abandonada, está muy estropeada.
Hoy en día, Akenatón sigue siendo un personaje intrigante y se sigue conociendo poco de su vida real. Durante los 16 años de su reinado hasta su desaparición, la sociedad egipcia experimentó un serie de transformaciones revolucionarias, sobre todo religiosas, pero también en la política o el arte donde tuvo siempre como aliada a su tan fascinante esposa Nefertiti.
Akenatón murió en el año dieciocho de su reinado, y es casi seguro que fue enterrado en la tumba que él mismo se hizo construir en la necrópolis de Tell-al-Amarna (nombre árabe de la región donde se edificó Aketatón, la nueva capital). Su cuerpo, no obstante, nunca fue encontrado allí.
El faraón Akenatón murió sin dejar hijos varones, así que le sucedió su hijo Tutankatón (La Viva Imagen de Atón), aunque el egiptólogo Nicholas Reeves afirma que Nefertiti sucedió a su radical esposo en el trono.
El retorno a la antigua religión, durante el reinado de Tutankamón fue inmediato y, por la corta edad del nuevo faraón en ese momento, fue debido probablemente a sus consejeros, Ay y Horenheb (quienes, posteriormente, serían los dos últimos faraones de la dinastía).
El faraón cambió su nombre y pasó a llamarse Tutankamón (La Viva Imagen de Amón), abolió la reforma religiosa de su padre y abrazó la vieja fe con ardor, convirtiendo de nuevo a Amón en el dios de todo Egipto como Amón-Ra, rey de los dioses, dios supremo egipcio. Tanto es así que a la estatua de Amón en Karnak le puso su rostro.
Estatua de Amón en Karnak, con la cara de Tutankamón (izda.) y su esposa Anjesenamón |
Tutankamón murió cuando sólo contaba 18 años y llevaba seis de reinado. Fue enterrado según sus costumbres, en una tumba, rodeado de sus más preciados tesoros y gran cantidad de alimento del que dispondría en su otra vida.
Akenatón, el Rey Hereje
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